lunes, 19 de octubre de 2009

El zurrón que cantaba

El zurrón que cantaba


Para muchos, el mejor cuento popular español. Es cuestión de gustos. Este cuento está difundido en múltiples versiones y aparece con distintos nombres, pero en todos late la cruel, realista y picaresca historia de “El Hombre del Saco”. Cuento admonitorio sobre los peligros que acechan a los niños y canalizador de los miedos y terrores que ellos sufren.

Cristina hizo de niña y las ilustraciones que Roser Capdevila realizó para la edición de Algaida fueron reducidas a siluetas y, luego, tratadas con acuarelas. De Albéniz, Rapsodia Española, la música.









Érase una vez una pobre mujer que sólo tenía una niña a la que quería mucho. Un día le regaló unos zapatitos de charol.
Cierto día la mandó a buscar agua a la fuente con un búcaro. La niña obedeció y cuando llegó a la fuente, se quitó los zapatitos para que no se le mancharan. Pero junto a la fuente estaba sentado un mendigo, viejo y muy feo, que llevaba un enorme zurrón y que no dejaba de mirar a la niña con ojos perversos. La niña, que se había dado cuenta de cómo la observaba, sintió miedo, limpió y llenó su búcaro y emprendió el camino de regreso a su casa.
Cuando llegó a su casa se dio cuenta de que había olvidado sus zapatitos junto al pilón. La niña volvió para recuperarlos. Pero cuando llegó, el mendigo todavía estaba allí y los zapatitos habían desaparecido.

- ¿Andas buscando algo, pequeña?
- Sí. Había olvidado en el pilón unos zapatitos de charol. Venía a recogerlos.
- ¡Ah, eran tuyos! Has tenido suerte. Yo te los he guardado.
- ¡Si! ¿Dónde están?
- Aquí, en mi zurrón. Ven a recogerlos; no tengas miedo... Ahí, en el fondo del zurrón los encontrarás. Recógelos tú misma.

Y la niña metió la mano en el zurrón, y en ese momento el viejo la empujó y la metió adentro.
Luego ató con una cuerda la boca del zurrón y se lo cargó al hombro. La niña gemía y suplicaba que la sacara de allí y el viejo le decía:

-¡Nunca más verás a tu madre! ¡Deja de llorar! Y, si quieres comer, tendrás que cantar cuando yo te diga:
"Canta, zurrón, canta,
o, si no, te doy con la palanca."

Y así se la llevó por los pueblos para ganarse la vida. A todas las partes que llegaba, en vez de pedir limosna, colocaba el zurrón en medio de la plaza y le decía:
"Canta, zurrón, canta,
o, si no, te doy con la palanca."

Entonces la niña se ponía a cantar:

- “En un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos
que en la fuente me dejé.”


Cantaba tan bien la niña, que todos querían oírla y el viejo fue llenando sus bolsillos con las monedas que le daban a cambio de hacer cantar el zurrón.

Pasó el tiempo y un día el viejo volvió al pueblo de donde era la niña. Quiso el azar que colocara el zurrón delante de la puerta de la casa de la madre de la niña. La niña comenzó a cantar y su madre reconoció su voz. Entonces ella dijo:

- Buen hombre, no tengo dinero que darle... Pero como es tarde y amenaza lluvia, podéis cenar y pasar la noche en mi casa.

El viejo aceptó y tras la cena se quedó dormido como un lirón. Entonces la madre abrió el zurrón, sacó a su hija y se la comió a besos. Le dio de comer, la acostó y la arropó cálidamente en su cama.
Pasaban por allí un perro, un gato y un conejo. Metió dentro del zurrón al perro y al gato, y dejó libre al conejo porque los conejos no hacen daño a nadie.
A la mañana siguiente, el mendigo se despidió y emprendió su camino. Y a la puerta de una casa dijo:
"Canta, zurrón, canta,
o, si no, te doy con la palanca."
En aquel momento, el perro y el gato que estaban dentro de zurrón dijeron:

- Viejo pícaro:¡Guau, guau!
- Viejo perverso:¡Miau, miau!

El malvado mendigo, creyendo que era la niña quien eso decía, abrió el zurrón para pegarle con la palanca. Entonces el gato se abalanzó sobre él y le sacó los ojos; mientras el perro de un mordisco, le arrancó la nariz.

Y colorín, colorado, este cuento se ha terminado.









http://elmaestrocuentacuentos.wikispaces.com/El+zurr%C3%B3n+que+cantaba

El cuento del escorpión y la rana



Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo:

—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda…

—¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.

—No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?

Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma:

—Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo.

Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo:

—Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.

El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.

Subir

Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:

—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.

Y entonces, el escorpión la miró y le respondió:

—Lo siento ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.

Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.
http://cvc.cervantes.es/aula/luna/rajendra/cuento.htm

viernes, 16 de octubre de 2009

¿Qué tal se te da lo de “planchar la oreja”? ¿Eres de los que se quedan fritos sin más o necesitas que no se escuche ni una mosca?

¿Qué tal se te da lo de “planchar la oreja”? ¿Eres de los que se quedan fritos sin más o necesitas que no se escuche ni una mosca? Seas como seas, seguro que si una noche no duermes bien, a la mañana siguiente estás de mal humor, te cuesta concentrarte y hasta las bromas de tus amigos te resultan insoportables.

La falta de sueño es una sensación terrible, como si tuvieras un batallón de hormigas corriendo bajo tu piel, que te hace estar más sensible que nunca. Dormir bien es fundamental para la salud: nos carga las pilas, fija nuestra memoria y nos conecta con nuestra parte más irracional. Durante el sueño, nuestro cerebro sigue funcionando y llegamos a tener ensoñaciones tan reales como la vida misma.

Además, dormir lo suficiente suele ser el secreto de belleza mejor guardado por los superguapos: modelos, actores, presentadores... no dudan en confesar que ni el mejor maquillaje es capaz de embellecer tanto como una noche reparadora. Descansar lo necesario nos ayuda a tener la piel más tersa y luminosa, a que desaparezcan las ojeras y a que nuestro rostro esté relajado y feliz... ¿Que no te lo crees? ¡Pues fíjate si no en lo atractivos que nos resultan los koalas y los perezosos! ¡Son los más sexies del zoo! ¡Y cómo no lo iban a ser, si duermen casi 20 horas al día!

A nosotros no nos hace falta dormir tanto, en general con 8 horitas estamos listos. Aunque algunos estén más cerca de las 10 y otros con 7 tengan suficiente. Más que un número de horas concreto, lo importante es la calidad del sueño, que sea reparador y nos levantemos con la sensación de haber descansado profundamente.

Si te cuesta dormir bien, aquí tienes unos truquillos para que pruebes suerte la próxima noche en blanco:

· Cena prontito: dos o tres horas antes de meterte en la cama.
· No tomes refrescos con cafeína o chocolate durante la tarde, que son muy excitantes.
· Ventila bien la habitación para que entre aire fresco.
· No hagas mucho deporte o actividad física a última hora de la tarde.
· Ponte música relajada.
· Utiliza la cama sólo para dormir, no te pongas a hacer los deberes o leer.
· Si aun así, no hay forma, háblalo en casa para buscar entre todos una solución.