El sueño de volar: Fernando Alonso
Fernando Alonso vuela por los cielos como quien camina por la acera. Él es piloto de aviones, pero no un piloto cualquiera.
Es el jefazo de ensayos y vuelos de Airbus, lleva años probando sus aviones y ahora trabaja en la campaña de ensayos de ese nuevo superavión que es el Airbus 380.
Dirige un equipo de ¡100 personas! dedicadas a entender muy bien cómo se quiere que funcione el avión, cómo se comporta en vuelo, en el despegue y aterrizaje. Pero, sobre todo, sabe explicarlo con claridad para que los otros pilotos de prueba e ingenieros de diseño, lo entiendan y entre todos mejoren todos los detalles, para que finalmente el avión vuele de maravilla.
Fernando estudió ingeniería aeronáutica en Madrid, después trabajó en Estados Unidos en una empresa de aviones, y no se quiso quedar con los conocimientos técnicos de aviones y su vuelo, quiso volar: hacerse piloto.
En 1982, se le presentó la oportunidad de trabajar en lo que le gusta en Airbus, en Toulouse (Francia), y además aprender francés.
Y siguió estudiando en la Escuela de Ensayos de Istres (Francia) se hizo ingeniero de ensayos en vuelo.
Por ello conoce bien la teoría, cómo funcionan los aviones, y domina la práctica, que se obtiene al volarlos.
Fernando habla inglés y francés y el italiano bastante bien. En Airbus la lengua oficial es el inglés. Tiene compañeros de más de 80 nacionalidades y en su equipo trabajan franceses, alemanes, ingleses, italianos y españoles.
Por ello le ha sido muy útil aprender inglés desde pequeño e ir a estudiar a Inglaterra, y los otros idiomas le son útiles todos los días en su trabajo.
Le encanta trabajar en equipo con personas de diferentes países: “es muy enriquecedor porque cada uno aporta diferentes maneras de ver los problemas y también de solucionarlos. También te hace más flexible y ayuda a hacer un mejor trabajo”. La cultura en la que crecemos define mucho nuestra forma de enfocar los temas, así que cuantas más culturas haya, más rico será el enfoque.
Desde niño siempre le gustaron los aviones. Él nació en Madrid e iba con su padre al aeropuerto de Barajas a ver los aviones en las cabeceras de pista y soñaba con volar y viajar.
Disfrutaba haciendo maquetas de aviones e hizo su propia colección. Fue muy buen estudiante. Sus asignaturas favoritas eran el inglés y las matemáticas.
A los niños y niñas que quieran ser pilotos les aconseja que vean aviones, y que si les emocionan de verdad, sean perseverantes, estudien y trabajen muchísimo, porque son muchas horas de trabajo. La recompensa es alcanzar un sueño. El alcanzó el suyo y ¡va por los cielos!
Menudas Noticias de Europa nº 2
Publicación oficial de la UE
Comision Europea
http://europa.eu.int/spain
martes, 24 de marzo de 2009
lunes, 16 de marzo de 2009
Un día se encontraba Catalina completamente sola y aislada en el jardín
Un día se encontraba Catalina completamente sola y aislada en el jardín. Estaba muy triste y no quería hablar con nadie. No quería en ningún caso jugar con otros niños. La miramos desde casa y entonces observamos cómo un tigre blanco se le acercaba. Éste se dirige a Catalina, que alza la vista asombrada. Catalina estaba completamente decidida a no hablar con nadie. Pero el tigre consigue entablar una conversación con ella.
Tigre: ¿Cómo te llamas, muchachita triste? Catalina: Me llamo Catalina, ¿y tú?
Tigre: Yo soy el tigre blanco Tui.
Catalina: Ese nombre sí que es raro, aunque me gusta mucho.
Tigre: Catalina, ¿me quieres decir por qué estás tan triste?
Catalina: No lo sé. Hay días en los que simplemente estoy triste. A veces sé por qué; a menudo ni siquiera lo sé.
Tigre: Tampoco es tan importante que sepas de donde viene la tristeza. ¿Pero sabes cómo deshacerte de ella?.
Catalina: No, precisamente no. A veces se me pasa rápido, pero otras veces dura mucho, y entonces desearla tener un amigo que me pudiese ayudar a que la tristeza desapareciese de nuevo.
Tigre: Yo puedo ayudarte. Sí quieres me gustaría ser tu amigo. Catalina. Oh sí, si que quiero!. ¿Pero cómo me vas a ayudar?.
Tigre: Eso es muy fácil. Devoraré toda tu tristeza.
Catalina: Pero eso ¿es imposible!. Ello no te saciaría, y además no puedo ni imaginármelo. Por otra parte tengo miedo de que no puedas diferenciar entre mi y mi tristeza. ¿Y sí me comes sin darte cuenta?.
Tigre: ¡No te preocupes en absoluto!. Te lo explicaré, y es muy importante que me preguntes siempre que no entiendas algo hasta que llegues a comprenderlo. Pero primero quiero preguntarte algo: ¿donde sientes con mayor intensidad que estás triste?
(…)
Tigre: Ahora te quiero contar un secreto.
El tigre acerca mucho el hocico al oído de Catalina.
Tigre: Yo soy de China.
Catalina: está sorprendida y dice: Pero ¿cómo has llegado hasta aquí? Mí padre me ha dicho que China está muy lejos.
Tigre :Yo he llegado a través del "WU-CHI” hasta Ursula, Wolfgang y Antje y ahora también hasta ti. Pero déjame seguir. En China los hombres saben que el tigre blanco se come la tristeza.
-Catalina: Eso no lo entiendo. Si no se la puede ver, tampoco se la puede comer. Nuestros tigres comen aquello que yo puedo ver.
Tigre: Entonces, ¿has visto alguna vez lo que comen los árboles?.
Catalina: Ellos cogen su alimento del suelo, por eso tienen unas raíces tan largas,
Tigre: Eso es cierto, pero ellos necesitan también para comer aquello que tú espiras, esto es, el aire gastado. Y entonces vuelven a espirar lo que tú necesitas para inspirar.
Catalina: sorprendida ¿es eso verdad?
Tigre: Esto está organizado muy sabiamente en el mundo Siempre nos damos unos a otros aquello que necesitamos para vivir. Es un continuo intercambio, y pronto te darás cuenta de que así a todos nos puede ir muy bien. Tan sólo hemos de estar dispuestos a desprendernos también de aquello que ya no necesitamos.
Catalina: ¿Pero como puedo yo dar mí tristeza a devorar?
Tigre: Eso es muy sencillo. Ahora te voy a enseñar un sonido con el que podemos hacer que salga la tristeza de tu pecho. Este sonido es: "SSSSSSSSSSS".
Acto seguido pronunciaron los dos juntos este sonido:
“SSSSSSSSSSSSS".
Inmediatamente después ve Catalina cómo el tigre comienza a comerse la tristeza.
La mastica con mucho detenimiento y se la traga con fruición.
Tigre: Y ahora intenta sonreír. sonríe vacilante.
Catalina sonríe vacilante.
Tigre: Bien hecho. Ahora sonríe a tus pulmones hasta que veas
que te devuelven la sonrisa.
Catalina hace lo que el tigre le ha dicho. Entonces señala al dibujo siguiente y comienza a reír: "Mira, los pulmones me ríen", dice muy entusiasmada.
Tigre: Como ves no te he prometido demasiado. Naturalmente, sí tu tristeza es más grande, es posible que tengamos que repetir más veces este sonido. Entretanto debes siempre darme tiempo suficiente para que pueda devorar tu tristeza.
Catalina: Con tanto comer te has hecho mucho más grande.
Tigre: Claro. Tú también te haces cada vez más grande con la comida, Pero yo no sólo me hago más grande, sino también más fuerte y valiente.
Catalina: Me parece bien. Yo también quiero ser más fuerte y valiente.
Tigre: ¿Te acuerdas aún de lo que te he dicho?. En este mundo nos damos siempre unos a otros aquello que necesitamos. Yo soy tu amigo y te daré mi fuerza y mí valentía en agradecimiento por haberme dado a devorar tu tristeza. Siéntelo dentro de tu cuerpo.
El tigre le da un soplido a Catalina. En la imagen puedes ver claramente cómo ésta se transforma. La expresión de su rostro es completamente diferente, y también la de su cuerpo.
El Tigre se ríe: Parece como sí fueras a bufar o a rugir como un tigre.
Catalina también se reía. Todo era realmente como le habla contado el tigre. Él se habla comido la tristeza y a cambio le había regalado a Catalina fuerza y valor.
Tigre: Sin embargo es importante que no sólo te acuerdes de mi cuando estés muy triste. En primer lugar porque puede ocurrir que yo esté muy hambriento durante mucho tiempo, y en segundo lugar, porque es posible que no pueda devorar toda la tristeza de una vez, si mi estómago queda demasiado lleno. Es mucho mejor que me llames cada noche y hagas conmigo este ejercicio.
Catalina y sus amigos del Wu-Chi
Un cuento no solo para niños
De Ursula Schubert y Wofgang Neutzler
Traducción de Cecilia
Tigre: ¿Cómo te llamas, muchachita triste? Catalina: Me llamo Catalina, ¿y tú?
Tigre: Yo soy el tigre blanco Tui.
Catalina: Ese nombre sí que es raro, aunque me gusta mucho.
Tigre: Catalina, ¿me quieres decir por qué estás tan triste?
Catalina: No lo sé. Hay días en los que simplemente estoy triste. A veces sé por qué; a menudo ni siquiera lo sé.
Tigre: Tampoco es tan importante que sepas de donde viene la tristeza. ¿Pero sabes cómo deshacerte de ella?.
Catalina: No, precisamente no. A veces se me pasa rápido, pero otras veces dura mucho, y entonces desearla tener un amigo que me pudiese ayudar a que la tristeza desapareciese de nuevo.
Tigre: Yo puedo ayudarte. Sí quieres me gustaría ser tu amigo. Catalina. Oh sí, si que quiero!. ¿Pero cómo me vas a ayudar?.
Tigre: Eso es muy fácil. Devoraré toda tu tristeza.
Catalina: Pero eso ¿es imposible!. Ello no te saciaría, y además no puedo ni imaginármelo. Por otra parte tengo miedo de que no puedas diferenciar entre mi y mi tristeza. ¿Y sí me comes sin darte cuenta?.
Tigre: ¡No te preocupes en absoluto!. Te lo explicaré, y es muy importante que me preguntes siempre que no entiendas algo hasta que llegues a comprenderlo. Pero primero quiero preguntarte algo: ¿donde sientes con mayor intensidad que estás triste?
(…)
Tigre: Ahora te quiero contar un secreto.
El tigre acerca mucho el hocico al oído de Catalina.
Tigre: Yo soy de China.
Catalina: está sorprendida y dice: Pero ¿cómo has llegado hasta aquí? Mí padre me ha dicho que China está muy lejos.
Tigre :Yo he llegado a través del "WU-CHI” hasta Ursula, Wolfgang y Antje y ahora también hasta ti. Pero déjame seguir. En China los hombres saben que el tigre blanco se come la tristeza.
-Catalina: Eso no lo entiendo. Si no se la puede ver, tampoco se la puede comer. Nuestros tigres comen aquello que yo puedo ver.
Tigre: Entonces, ¿has visto alguna vez lo que comen los árboles?.
Catalina: Ellos cogen su alimento del suelo, por eso tienen unas raíces tan largas,
Tigre: Eso es cierto, pero ellos necesitan también para comer aquello que tú espiras, esto es, el aire gastado. Y entonces vuelven a espirar lo que tú necesitas para inspirar.
Catalina: sorprendida ¿es eso verdad?
Tigre: Esto está organizado muy sabiamente en el mundo Siempre nos damos unos a otros aquello que necesitamos para vivir. Es un continuo intercambio, y pronto te darás cuenta de que así a todos nos puede ir muy bien. Tan sólo hemos de estar dispuestos a desprendernos también de aquello que ya no necesitamos.
Catalina: ¿Pero como puedo yo dar mí tristeza a devorar?
Tigre: Eso es muy sencillo. Ahora te voy a enseñar un sonido con el que podemos hacer que salga la tristeza de tu pecho. Este sonido es: "SSSSSSSSSSS".
Acto seguido pronunciaron los dos juntos este sonido:
“SSSSSSSSSSSSS".
Inmediatamente después ve Catalina cómo el tigre comienza a comerse la tristeza.
La mastica con mucho detenimiento y se la traga con fruición.
Tigre: Y ahora intenta sonreír. sonríe vacilante.
Catalina sonríe vacilante.
Tigre: Bien hecho. Ahora sonríe a tus pulmones hasta que veas
que te devuelven la sonrisa.
Catalina hace lo que el tigre le ha dicho. Entonces señala al dibujo siguiente y comienza a reír: "Mira, los pulmones me ríen", dice muy entusiasmada.
Tigre: Como ves no te he prometido demasiado. Naturalmente, sí tu tristeza es más grande, es posible que tengamos que repetir más veces este sonido. Entretanto debes siempre darme tiempo suficiente para que pueda devorar tu tristeza.
Catalina: Con tanto comer te has hecho mucho más grande.
Tigre: Claro. Tú también te haces cada vez más grande con la comida, Pero yo no sólo me hago más grande, sino también más fuerte y valiente.
Catalina: Me parece bien. Yo también quiero ser más fuerte y valiente.
Tigre: ¿Te acuerdas aún de lo que te he dicho?. En este mundo nos damos siempre unos a otros aquello que necesitamos. Yo soy tu amigo y te daré mi fuerza y mí valentía en agradecimiento por haberme dado a devorar tu tristeza. Siéntelo dentro de tu cuerpo.
El tigre le da un soplido a Catalina. En la imagen puedes ver claramente cómo ésta se transforma. La expresión de su rostro es completamente diferente, y también la de su cuerpo.
El Tigre se ríe: Parece como sí fueras a bufar o a rugir como un tigre.
Catalina también se reía. Todo era realmente como le habla contado el tigre. Él se habla comido la tristeza y a cambio le había regalado a Catalina fuerza y valor.
Tigre: Sin embargo es importante que no sólo te acuerdes de mi cuando estés muy triste. En primer lugar porque puede ocurrir que yo esté muy hambriento durante mucho tiempo, y en segundo lugar, porque es posible que no pueda devorar toda la tristeza de una vez, si mi estómago queda demasiado lleno. Es mucho mejor que me llames cada noche y hagas conmigo este ejercicio.
Catalina y sus amigos del Wu-Chi
Un cuento no solo para niños
De Ursula Schubert y Wofgang Neutzler
Traducción de Cecilia
LA CASTAÑERA DE ALFACAR
span>LA CASTAÑERA DE ALFACAR
CASTAÑERA: (Con cara triste y secándose de vez en cuando alguna lágrima con un pañuelo, mientras pasea y habla)
¡Qué preocupada estoy! Este año no llega el otoño. Las hojas de los árboles no se caen y, ni tan siquiera se ponen amarillas, ni marrones, ni rojas: están más verdes que nunca. Las golondrinas, las cigüeñas y las demás aves migratorias están muy extrañadas: hace un calorcito tan estupendo que todavía no se pueden marchar y ya echan de menos su viaje a África. No hay nubes en el cielo y, claro, no ha llovido nada. La gente sigue vestida con su ropa de verano, así que las chaquetas, las botas y los calcetines están aburridos y tristes en los armarios, porque todavía no han podido salir.
Y a mí, que todos los años me gusta acercarme al colegio Alfaguarilla por el mes de noviembre para ofrecerles a todos los niños y niñas mis ricas castañas asadas, aquí me veis, paseando alrededor del colegio sin poder hacer nada.
PEDRO: Señora castañera, la veo muy triste. ¿Por qué no está usted este año vendiendo castañas por el pueblo? ¿Le pasa algo?
CASTAÑERA: ¿Cómo queréis que esté, si en las fechas en que estamos aún no ha llegado el otoño? Parece que se hubiera quedado dormido y yo no puedo vender castañas porque todavía no están maduras. ¡Están tan verdes y tan tranquilas dentro de su casa pinchuda!
CARMEN: Y, ¿qué podemos hacer si el otoño no da señales de vida? Tendremos que pensar en algo, porque, desde luego, algo raro está pasando.
(Tras unos instantes de gestos pensativos, Ana dice:)
ANA: Mi abuela me contó que el otoño vive en la sierra de la Alfaguara, en las profundidades de la cueva del Agua. ¿Se habrá quedado allí dormido?
CARMEN: ¡Qué tontería! Eso son cuentos de abuelas.
CASTAÑERA: Pues yo no estaría tan segura. Yo creo que la única manera de comprobar si es verdad o no lo que te contó tu abuela es yendo a la cueva. Pero yo ya estoy un poco mayor para esos trotes.
PEDRO: No te preocupes, señora castañera, iremos nosotros.
CASTAÑERA: Podríais ir el sábado por la mañana, que no hay cole y han dicho en la tele que va a hacer buen tiempo.
CARMEN: Bueno, vale. Pero tenemos que salir temprano, que el camino no lo conocemos muy bien.
ANA: Pues nos llevaremos un mapa, una lupa y unos prismáticos, como los buenos exploradores.
CASTAÑERA: Todo saldrá bien, no os preocupéis. Además, si os pasa algo, seguro que os ayudarán los animalillos de la sierra que encontréis por el camino. Son muy buenos.
(Una música durante unos segundos y empieza la simulación de la excursión. Mientras caminan, cantan con la melodía de “La cucaracha”, esta canción:
LOS TRES NIÑOS:
La castañera, la castañera,
preocupada y triste está,
porque el otoño, en una cueva,
duerme cerca de Alfacar.
Hacia ella ya nos vamos,
lo queremos despertaar,
para que la castañera
venga al cole una vez máas.
La castañera, la castañera,
con nosotros jugará,
y sus castañas, ricas y asadas
con amor repartirá.
(Cuando acaban la canción, se detienen preocupados en el camino. Un jabalí está cerca de ellos, hozando ricamente)
PEDRO: El camino se separa en dos, uno a la izquierda y otro a la derecha. ¿Ahora qué hacemos? ¿Por dónde seguimos?
ANA: (Mientras mira por los prismáticos) Yo creo que por la izquierda.
CARMEN: No, no, a mí me suena que es por aquí, por la derecha.
ANA: Que no, que no, que es mejor por la izquierda.
CARMEN: Por la derecha.
ANA: Por la izquierda.
(Casi discutían, cuando un jabalí que las oyó les dijo:)
JABALÍ: ¿Qué os pasa? (Los tres niños dan un gran repullo) No hagáis tanto ruido, que mis oídos son muy sensibles y me estáis poniendo la cabeza como un bombo. ¡Qué falta de respeto, yo que estaba tan ricamente hozando ...!
ANA: Per-per-per-dón, per-per-do-ne, señor jabalí. Es que estamos buscando el otoño, porque todavía no ha llegado al colegio.
CARMEN: Debe de estar dormido todavía, y no sabemos qué camino seguir para despertarlo.
JABALÍ: ¡Ah! ¿Buscáis al señor otoño? Pues yo os voy a ayudar, porque, ¡vamos!, ¡que todavía no se haya despertado, clama al cielo!. Seguid el camino de la izquierda todo recto, después, a la derecha hasta que os encontréis un castaño gigante, que es la casa de un buen amigo mío. Él os indicará el resto del camino. (Hacen ademán de correr) No corráis, porque el camino es muy empinado.
PEDRO: ¿Quedará mucho? Ya estoy bastante cansado.
ANA: No, no, mirad. Allí está el gran castaño. Vamos, corred.
(Corren durante unos instantes, pero, antes de llegar al árbol, se detienen)
CARMEN: Esperad, esperad. Yo estoy un poco asustada. ¿Quién vivirá dentro de un castaño? No creo que sea ninguna persona. Debe de ser un animal salvaje.
(Mientras charlaban, salió del árbol una golondrina y se acercó a ellos)
GOLONDRINA: ¡Hola, amigos! Yo sé quienes sois. Os conozco porque paso muchos días por vuestro colegio y sé que buscáis al señor Otoño. Me lo ha dicho mi amigo jabalí. La verdad es que todos los animales y las plantas de la sierra estamos deseando de que llegue el otoño. Os voy a guiar hasta la cueva. Seguidme. Volaré muy bajito, para que me veáis bien y me sigáis sin problema. Vamos, venga. Os llevaré hasta la misma entrada de la cueva del Agua.
(Los niños siguen a la golondrina y llegan hasta la puerta de la cueva)
GOLONDRINA: Ya estamos. Esta gran piedra es la puerta de la cueva. Suerte, amigos. Adiós. (La golondrina se marcha)
(Los niños se acercan sigilosamente hasta la entrada y ponen el oído, con la mano sobre la oreja, para escuchar. Se oyen unos resoplidos)
SEÑOR OTOÑO: ¡Oj, oj, oj!
PEDRO: Dios mío, parecen ronquidos.
ANA: Claro que sí. Ya os lo dije: mi abuela tenía razón. Aquí vive el señor Otoño.
PEDRO Y CARMEN: (Gritando llaman al señor Otoño) ¡Señor Otoño, señor Otoño! (Pegan sus oídos a la piedra, para ver si escuchaban alguna respuesta. Como no es así, vuelven a insistir) ¡Señor Otoño, señor Otoño!
PEDRO: Nada. Está profundamente dormido. (Al público de la sala) Amigos, el señor Otoño no nos oye. ¿Podríais ayudarnos a llamarlo, a ver si, entre todos, conseguimos despertarlo?
CARMEN: Venga, chicos, ayudadnos. Cuando cuente tres, ¿vale? Una, dos y tres
LOS TRES NIÑOS Y EL PÚBLICO DE LA SALA: ¡Señor Otoño, señor Otoño!
(Pedro, Carmen y Ana, pegan, de nuevo, sus oídos a la piedra y se llevan un gran susto)
SEÑOR OTOÑO (Con voz fuerte y ronca): ¿Quién osa llamar a mi puerta para despertarme? (A continuación, el otoño, un hombre muy alto, de barbas blancas y largas, retira la puerta y, abriendo los ojos mientras se despereza, dice) ¡AAAAA!
(Los niños, asustados ante aquella aparición, retroceden)
CARMEN: (Tragando saliva por el susto) ¿Es usted el señor Otoño?
SEÑOR OTOÑO: Pues claro que sí. Os convertiré en sombras si no tenéis una buena razón para haberme despertado.
ANA: Por favor, señor Otoño, no se enfade. Venimos a hablar con usted.
PEDRO: Mire. Este año todavía no ha aparecido usted por nuestro pueblo y ya estamos en noviembre. No se han caído las hojas de los árboles, no han emigrado las aves, tenemos en nuestro cole el día 18 la fiesta de la castaña y aún no han madurado las ...
SEÑOR OTOÑO: ¡Callad! ¿Decís que ya estamos en noviembre?
(Los tres niños asienten con la cabeza) (El Otoño vuelve a preguntar a todos los chicos de la sala)
¿Seguro que estamos en noviembre? (Ante la respuesta de la sala) ¡Rayos y centellas! Me he quedado dormido. Gracias por despertarme. No os preocupéis. Esto lo arreglo yo en un abrir y cerrar de ojos. (Abrió su boca y empezó a soplar con fuerza: ¡SSSSS! Ayudadme, chicos, a echar frío por la boca y a soplar. (Los chicos lo hacen y, mientras, se incorpora la Castañera a la escena)
CASTAÑERA: Pero, ¿qué está pasando aquí? Anda, las hojas se están tornando amarillas y rojas, y ya están empezando a caerse de los árboles, como si fueran bailarinas que hacen una danza multicolor. ¡Y qué frío me está dando! Mirad: las nubes grises están cubriendo el cielo, y por allí veo una bandada de patos silvestres que vuela hacia el sur, hacia África. Me voy para la Fuente Grande, que ya es hora de montar mi puesto de castañas asadas.
(Los niños se despiden del Otoño, y salen corriendo ante la amenaza de tormenta)
LOS TRES NIÑOS: Adiós, señor otoño.
ANA: Nos vamos corriendo, que las finas gotitas de lluvia que caen de aquellos nubarrones nos avisan de que una gran tormenta se avecina.
CARMEN: Vamos a Fuente Grande, que, en otoño, está preciosa.
NARRADORA: Cuando los niños llegaron a Fuente Grande, había dejado de llover. El suelo era una alfombra de hojas que crujían cuando las pisaban. El cielo se había vestido con los colores del arco iris, y el aire se había perfumado con un olor muy agradable. Y allí estaba la castañera, feliz, pregonando su frase favorita:
CASTAÑERA: ¡Castañas, castañas calentitas!
NARRADORA: Y, mientras los niños se acercaban al fogón, la castañera, risueña, les dio las gracias y, guiñándoles un ojo, les ofreció un rico cucurucho de castañas recién asadas.
Y COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
CASTAÑERA: (Con cara triste y secándose de vez en cuando alguna lágrima con un pañuelo, mientras pasea y habla)
¡Qué preocupada estoy! Este año no llega el otoño. Las hojas de los árboles no se caen y, ni tan siquiera se ponen amarillas, ni marrones, ni rojas: están más verdes que nunca. Las golondrinas, las cigüeñas y las demás aves migratorias están muy extrañadas: hace un calorcito tan estupendo que todavía no se pueden marchar y ya echan de menos su viaje a África. No hay nubes en el cielo y, claro, no ha llovido nada. La gente sigue vestida con su ropa de verano, así que las chaquetas, las botas y los calcetines están aburridos y tristes en los armarios, porque todavía no han podido salir.
Y a mí, que todos los años me gusta acercarme al colegio Alfaguarilla por el mes de noviembre para ofrecerles a todos los niños y niñas mis ricas castañas asadas, aquí me veis, paseando alrededor del colegio sin poder hacer nada.
PEDRO: Señora castañera, la veo muy triste. ¿Por qué no está usted este año vendiendo castañas por el pueblo? ¿Le pasa algo?
CASTAÑERA: ¿Cómo queréis que esté, si en las fechas en que estamos aún no ha llegado el otoño? Parece que se hubiera quedado dormido y yo no puedo vender castañas porque todavía no están maduras. ¡Están tan verdes y tan tranquilas dentro de su casa pinchuda!
CARMEN: Y, ¿qué podemos hacer si el otoño no da señales de vida? Tendremos que pensar en algo, porque, desde luego, algo raro está pasando.
(Tras unos instantes de gestos pensativos, Ana dice:)
ANA: Mi abuela me contó que el otoño vive en la sierra de la Alfaguara, en las profundidades de la cueva del Agua. ¿Se habrá quedado allí dormido?
CARMEN: ¡Qué tontería! Eso son cuentos de abuelas.
CASTAÑERA: Pues yo no estaría tan segura. Yo creo que la única manera de comprobar si es verdad o no lo que te contó tu abuela es yendo a la cueva. Pero yo ya estoy un poco mayor para esos trotes.
PEDRO: No te preocupes, señora castañera, iremos nosotros.
CASTAÑERA: Podríais ir el sábado por la mañana, que no hay cole y han dicho en la tele que va a hacer buen tiempo.
CARMEN: Bueno, vale. Pero tenemos que salir temprano, que el camino no lo conocemos muy bien.
ANA: Pues nos llevaremos un mapa, una lupa y unos prismáticos, como los buenos exploradores.
CASTAÑERA: Todo saldrá bien, no os preocupéis. Además, si os pasa algo, seguro que os ayudarán los animalillos de la sierra que encontréis por el camino. Son muy buenos.
(Una música durante unos segundos y empieza la simulación de la excursión. Mientras caminan, cantan con la melodía de “La cucaracha”, esta canción:
LOS TRES NIÑOS:
La castañera, la castañera,
preocupada y triste está,
porque el otoño, en una cueva,
duerme cerca de Alfacar.
Hacia ella ya nos vamos,
lo queremos despertaar,
para que la castañera
venga al cole una vez máas.
La castañera, la castañera,
con nosotros jugará,
y sus castañas, ricas y asadas
con amor repartirá.
(Cuando acaban la canción, se detienen preocupados en el camino. Un jabalí está cerca de ellos, hozando ricamente)
PEDRO: El camino se separa en dos, uno a la izquierda y otro a la derecha. ¿Ahora qué hacemos? ¿Por dónde seguimos?
ANA: (Mientras mira por los prismáticos) Yo creo que por la izquierda.
CARMEN: No, no, a mí me suena que es por aquí, por la derecha.
ANA: Que no, que no, que es mejor por la izquierda.
CARMEN: Por la derecha.
ANA: Por la izquierda.
(Casi discutían, cuando un jabalí que las oyó les dijo:)
JABALÍ: ¿Qué os pasa? (Los tres niños dan un gran repullo) No hagáis tanto ruido, que mis oídos son muy sensibles y me estáis poniendo la cabeza como un bombo. ¡Qué falta de respeto, yo que estaba tan ricamente hozando ...!
ANA: Per-per-per-dón, per-per-do-ne, señor jabalí. Es que estamos buscando el otoño, porque todavía no ha llegado al colegio.
CARMEN: Debe de estar dormido todavía, y no sabemos qué camino seguir para despertarlo.
JABALÍ: ¡Ah! ¿Buscáis al señor otoño? Pues yo os voy a ayudar, porque, ¡vamos!, ¡que todavía no se haya despertado, clama al cielo!. Seguid el camino de la izquierda todo recto, después, a la derecha hasta que os encontréis un castaño gigante, que es la casa de un buen amigo mío. Él os indicará el resto del camino. (Hacen ademán de correr) No corráis, porque el camino es muy empinado.
PEDRO: ¿Quedará mucho? Ya estoy bastante cansado.
ANA: No, no, mirad. Allí está el gran castaño. Vamos, corred.
(Corren durante unos instantes, pero, antes de llegar al árbol, se detienen)
CARMEN: Esperad, esperad. Yo estoy un poco asustada. ¿Quién vivirá dentro de un castaño? No creo que sea ninguna persona. Debe de ser un animal salvaje.
(Mientras charlaban, salió del árbol una golondrina y se acercó a ellos)
GOLONDRINA: ¡Hola, amigos! Yo sé quienes sois. Os conozco porque paso muchos días por vuestro colegio y sé que buscáis al señor Otoño. Me lo ha dicho mi amigo jabalí. La verdad es que todos los animales y las plantas de la sierra estamos deseando de que llegue el otoño. Os voy a guiar hasta la cueva. Seguidme. Volaré muy bajito, para que me veáis bien y me sigáis sin problema. Vamos, venga. Os llevaré hasta la misma entrada de la cueva del Agua.
(Los niños siguen a la golondrina y llegan hasta la puerta de la cueva)
GOLONDRINA: Ya estamos. Esta gran piedra es la puerta de la cueva. Suerte, amigos. Adiós. (La golondrina se marcha)
(Los niños se acercan sigilosamente hasta la entrada y ponen el oído, con la mano sobre la oreja, para escuchar. Se oyen unos resoplidos)
SEÑOR OTOÑO: ¡Oj, oj, oj!
PEDRO: Dios mío, parecen ronquidos.
ANA: Claro que sí. Ya os lo dije: mi abuela tenía razón. Aquí vive el señor Otoño.
PEDRO Y CARMEN: (Gritando llaman al señor Otoño) ¡Señor Otoño, señor Otoño! (Pegan sus oídos a la piedra, para ver si escuchaban alguna respuesta. Como no es así, vuelven a insistir) ¡Señor Otoño, señor Otoño!
PEDRO: Nada. Está profundamente dormido. (Al público de la sala) Amigos, el señor Otoño no nos oye. ¿Podríais ayudarnos a llamarlo, a ver si, entre todos, conseguimos despertarlo?
CARMEN: Venga, chicos, ayudadnos. Cuando cuente tres, ¿vale? Una, dos y tres
LOS TRES NIÑOS Y EL PÚBLICO DE LA SALA: ¡Señor Otoño, señor Otoño!
(Pedro, Carmen y Ana, pegan, de nuevo, sus oídos a la piedra y se llevan un gran susto)
SEÑOR OTOÑO (Con voz fuerte y ronca): ¿Quién osa llamar a mi puerta para despertarme? (A continuación, el otoño, un hombre muy alto, de barbas blancas y largas, retira la puerta y, abriendo los ojos mientras se despereza, dice) ¡AAAAA!
(Los niños, asustados ante aquella aparición, retroceden)
CARMEN: (Tragando saliva por el susto) ¿Es usted el señor Otoño?
SEÑOR OTOÑO: Pues claro que sí. Os convertiré en sombras si no tenéis una buena razón para haberme despertado.
ANA: Por favor, señor Otoño, no se enfade. Venimos a hablar con usted.
PEDRO: Mire. Este año todavía no ha aparecido usted por nuestro pueblo y ya estamos en noviembre. No se han caído las hojas de los árboles, no han emigrado las aves, tenemos en nuestro cole el día 18 la fiesta de la castaña y aún no han madurado las ...
SEÑOR OTOÑO: ¡Callad! ¿Decís que ya estamos en noviembre?
(Los tres niños asienten con la cabeza) (El Otoño vuelve a preguntar a todos los chicos de la sala)
¿Seguro que estamos en noviembre? (Ante la respuesta de la sala) ¡Rayos y centellas! Me he quedado dormido. Gracias por despertarme. No os preocupéis. Esto lo arreglo yo en un abrir y cerrar de ojos. (Abrió su boca y empezó a soplar con fuerza: ¡SSSSS! Ayudadme, chicos, a echar frío por la boca y a soplar. (Los chicos lo hacen y, mientras, se incorpora la Castañera a la escena)
CASTAÑERA: Pero, ¿qué está pasando aquí? Anda, las hojas se están tornando amarillas y rojas, y ya están empezando a caerse de los árboles, como si fueran bailarinas que hacen una danza multicolor. ¡Y qué frío me está dando! Mirad: las nubes grises están cubriendo el cielo, y por allí veo una bandada de patos silvestres que vuela hacia el sur, hacia África. Me voy para la Fuente Grande, que ya es hora de montar mi puesto de castañas asadas.
(Los niños se despiden del Otoño, y salen corriendo ante la amenaza de tormenta)
LOS TRES NIÑOS: Adiós, señor otoño.
ANA: Nos vamos corriendo, que las finas gotitas de lluvia que caen de aquellos nubarrones nos avisan de que una gran tormenta se avecina.
CARMEN: Vamos a Fuente Grande, que, en otoño, está preciosa.
NARRADORA: Cuando los niños llegaron a Fuente Grande, había dejado de llover. El suelo era una alfombra de hojas que crujían cuando las pisaban. El cielo se había vestido con los colores del arco iris, y el aire se había perfumado con un olor muy agradable. Y allí estaba la castañera, feliz, pregonando su frase favorita:
CASTAÑERA: ¡Castañas, castañas calentitas!
NARRADORA: Y, mientras los niños se acercaban al fogón, la castañera, risueña, les dio las gracias y, guiñándoles un ojo, les ofreció un rico cucurucho de castañas recién asadas.
Y COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
viernes, 13 de marzo de 2009
domingo, 8 de marzo de 2009
Hay que crear afición por la lectura
Hay que crear afición por la lectura desde la infancia y conseguir que sea una actividad deseada y voluntariamente elegida. Los padres han de ser conscientes de la importancia de formar “buenos lectores” y esforzarse en conseguirlo, creando un ambiente propicio para convertir esta actividad en algo habitual, placentero y libre. En una casa en la que los hijos crecen rodeados de libros y, sobre todo, de un ambiente lector, hay muchas posibilidades de éxito en la formación integral de esa persona. El lector no nace, se hace. Son los padres los que deben inculcar a sus hijos esa afición. El niño que ve leer sabrá imitar estas actitudes. He aquí algunos consejos para despertar la afición por la lectura en la familia:
-Que los padres valoren la lectura
-Que los hijos vean leer a sus padres
-Que los padres lean en voz alta a los hijos desde pequeños
-Que los libros estén presentes en la casa
-Que exista en la casa un lugar donde se pueda leer en silencio
-Que esté establecido un horario de lectura diario
-Que hablar de libros sea un tema frecuente de conversación
-Que los libros sean un regalo habitual
-Que debemos enseñar a los hijos a cuidar los libros.
-Que debemos animar a los hijos a formar su propia biblioteca.
-Que debemos acudir con ellos a las librerías, a las bibliotecas públicas, escolares, etc.
-Que los padres valoren la lectura
-Que los hijos vean leer a sus padres
-Que los padres lean en voz alta a los hijos desde pequeños
-Que los libros estén presentes en la casa
-Que exista en la casa un lugar donde se pueda leer en silencio
-Que esté establecido un horario de lectura diario
-Que hablar de libros sea un tema frecuente de conversación
-Que los libros sean un regalo habitual
-Que debemos enseñar a los hijos a cuidar los libros.
-Que debemos animar a los hijos a formar su propia biblioteca.
-Que debemos acudir con ellos a las librerías, a las bibliotecas públicas, escolares, etc.
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