La jirafa Rafa tenía la cabeza en las nubes, ignorante del ruiseñor que se le acercaba. Estaba probando las últimas hojas de las ramas más altas de una encina centenaria cuando el ruiseñor Señor se posó en una de las ramitas que estaba a punto de tragarse, muy cerca de sus orejas, y la saludó así:
-¡Tú, jirafa Rafa!
Abre las orejas
que no quiero quejas
si sólo oyes rejas
en vez de oír orejas.
porque tú te dejas
medias palabrejas
y desemparejas
todas las madejas
y dejas perplejas
hasta a las conejas
que comen lentejas...
¡Tú, jirafa Rafa!
¿Sabes que mi amiga,
que es la hormiga Miga,
no ve lo diverso
que es el universo?
La jirafa Rafa movió las orejas, miró con sorpresa al ruiseñor y respondió:
-¡Qué bien hablas en verso!
-Mi amiga es tan bajita
que, pobre, necesita
subir a lo más alto
sin ningún sobresalto.
-¿Podrá subir tan alto?
-No tiene más remedio.
-¿Dices que tiene un medio?
-Me ha pedido un amigo
que la suba conmigo
y, más que pedir, reza
estar en tu cabeza.
Es tan leve su peso
que será como un beso
.
-¡Uy, qué bien! ¡Eso, eso...!
-¿Entonces qué le digo?
¿Puede subir conmigo?
A ver si lo consigo
.
¿Puedo contar contigo?
-Me importa más que un higo.
-¿Tú lo ves bien así?
-Ya te he dicho que sí.
Y con el sí de la jirafa, salió el ruiseñor volando hacia el suelo, donde lo esperaban ansiosos la hormiga Miga y sus amigos.
Emili Teixidor
El Barco de vapor
SM
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